6 may 2013

OPERACIÓN UNICORNIO





Trabajarás X horas (aunque puede caer alguna más) / Prestarás tus servicios como X (grupo profesional o categoría del puesto que no suele corresponderse con la realidad) / Cobrarás un importe X (por supuesto, pagan el salario base como si fuese el máximo permitido por la ley, en lugar de entender que es el mínimo estipulado para estar en la legalidad) / Tras un período de 30 días de prueba (ellos te prueban a ti... tú a ellos, no), el contrato se extenderá de tal a tal fecha / Disfrutarás de 4 semanas naturales de vacaciones por año (y, a menos que tengas un hijo, una mudanza o se te muera alguien, no tienes ningún derecho a disponer de tu tiempo) / Se adjuntan anexos varios en Word (¡ni siquiera un PDF!), detallando tema dietas y poco más / Existen un par de cláusulas no escritas que dicen: nunca sabrás más que el que te paga y siempre te mostrarás de acuerdo con él.

¿Esto es todo? No parece mucho después 170 años desde que se redactara el primer convenio laboral y 2 siglos desde que aparecieron los sindicatos. Y, ¿a esto seguimos agarrándonos como a un clavo ardiendo? Esto es como viajar guiada por un mapa de otro lugar distinto del que estoy.

La primera vez que quise consultar el convenio que me correspondía, hace 6 años, tuve que superar todo tipo de obstáculos: páginas institucionales terriblemente feas y confusas y un sinfín de personas que parecían no tener ni idea de lo que estaban hablando y otro montón que, además de no tener ni idea, les importaba un comino. La última vez que he querido hacerlo, ha sido exactamente igual. ¿Puedo hacer la declaración de la renta vía sms y no puedo recibir el convenio en cuestión por mail? Movida por lo farragoso de mi búsqueda, me dediqué a querer saber sobre la relación de mis amigos y sus convenios... Ninguna. Absolutamente inexistente. Todos habían querido leerlo en algún momento, la gran mayoría de las veces como consecuencia de un mosqueo; pero todos habían terminado consultando sus dudas a alguien que conocían y "sabe de estas cosas" o habían desistido. ¿Cómo es posible? Los convenios son para los sindicatos como la Sábana Santa: los tienen en urnas de cristal ultraprotegidas y sólo te van dando trocitos, para que sigas manteniendo la fe, pero les sigas necesitando...

Esta última vez, me he detenido a leer con detenimiento: no he dado con ningún párrafo, ningún anexo, en el que se haga mención al modo en el que se regulan los complementos que hay que aplicar al salario base y que atiendan a criterios como experiencia, productividad, compromiso... Hagas lo que hagas cobrarás lo mismo: el mínimo. Lo dice el convenio. Tampoco he dado con ninguna parte que aluda a la flexibilidad de horarios, ni anexos que contemplen y favorezcan la formación constante. Si quieres hacer un master, ¡quédate embarazada! Muy probablemente, no podrás conciliar nada con tu familia, pero ¡podrás estudiar! El sistema siempre ofrece recompensas a aquellos que perpetúen el estereotipo cultural dominante. La única aspiración que puedes o debes tener es... ¡la familia! 

¿En serio nos parece bien una legislación tan profundamente conservadora? Todo esto sirvió a lo largo de siglo XX; pero en el siglo XXI, este enfoque fosilizado e impermeable no sólo no funciona, sino que, además, es perjudicial. Vivimos una realidad en constante cambio: trabajos cada vez más híbridos y fugaces, empresas que se deslocalizan o reestructuran una y otra vez, sistemas productivos que se automatizan, oficios tradicionales que desaparecen, empresas que cierran por no poder o no querer hacer frente... Nos guste o no, estamos viviendo un cambio de paradigma laboral. La crisis no ha hecho sino precipitar el cambio. Y en este contexto, favorecer y proteger la actualización constante debe ser un compromiso social y no sólo individual si no queremos enviar cada vez a más personas a una marginalidad irrevocable... 

¿Por qué no considerar que una parte de los beneficios generados por un trabajador deberían ser, por ley, destinados a su formación o a su desarrollo? ¿Por qué no tratar de destinar una parte del tiempo de trabajo a desarrollar cosas que te interesan mucho aunque, a priori, no tengan nada que ver con el trabajo? La rentabilidad de estos tiempos "off" esta más que comprobada... Empresas como Google, pioneras en el uso de nuevas estrategias de gestión, suscriben que sus mejores productos han sido desarrollados dentro de esos márgenes de tiempo personal. ¿Por qué no empezar a considerar la no necesidad de personarse en el puesto de trabajo, ni tener que cumplir un horario? Este tipo de propuestas no tienen nada ni de utópico ni de ingenuo. Ya existen empresas, muy rentables por cierto, en las que el personal no tiene horarios. Sólo tienen que hacer su trabajo. Cómo, dónde y cuándo lo hagan es su problema, siempre y cuando se cumplan los objetivos temporales y presupuestarios previstos. 

Si queremos salir de este desorden económico, el primer objetivos debería ser... ¡no seguir haciendo cosas que no funcionan! Y el segundo, construir entre todos una perspectiva completamente nueva; diseñar un nuevo sistema operativo basado en la autonomía de las personas y la calidad de lo queremos en nuestras vidas. Nada volverá a ser como fue... pero por muy apocalíptico que pueda sonar, ¡ésta es nuestra oportunidad! De nosotros depende tomar el control del tipo de vida que queremos vivir. Nuestra calidad de vida no puede depender de empresas, instituciones o sindicatos del siglo pasado. Tenemos mucho trabajo... ¡con el trabajo!